Multiples estudios han demostrado que el deporte es beneficioso para la salud. Permite evitar y reducir los factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión arterial, la hipercolesterolemia, la diabetes y la obesidad, y disminuye la incidencia y mortalidad de la enfermedad cardiovascular. La personas que practican ejercicio físico tienen menor probabilidad de sufrir angina de pecho o infarto de miocardio. Por otro lado, retrasa la aparición de osteoporosis, estimula las defensas, reduce la incidencia de ciertos tipos de cáncer, mejora la calidad del sueño y disminuye la probabilidad de depresión y demencia. Todo esto ha hecho que el ejercicio físico haya sido ampliamente recomendado por médicos, personas relacionadas con el deporte y por instituciones públicas y privadas. Sin embargo, lo que no se ha extendido tanto son los riesgos de la práctica de ejercicio físico, sobre todo en personas mayores de 40 años, lo que hace que muchos practiquen deporte sin haber sido sometidos a una valoración médica previa y sin conocer los riesgos a los que se exponen.
La práctica deportiva no está exenta de riesgos. La probabilidad de sufrir un infarto de miocardio durante el ejercicio físico es directamente proporcional a la intensidad del esfuerzo y la edad del individuo, e inversamente proporcional a su grado de entrenamiento. El riesgo relativo de sufrir un infarto con el ejercicio oscila entre 2,4 para los que entrenan 5 veces a la semana y 107 para los que lo hacen menos de una vez a la semana. El riesgo de infarto durante un esfuerzo intenso es de 1/11 millones para las personas de 20 a 39 años, 1/1,3 millones para las de 40-59 años, y de 1/90.000 para las mayores de 60 años. El riesgo de muerte súbita durante el deporte es de 0,7/100.000 si el esfuerzo es ligero y de 2,3/100.000 si es intenso, y es de 0,75/100.000 en personas jóvenes y de 6/100.000 en las de edades medias de la vida.
La causa más frecuente de muerte súbita durante el deporte en personas de más de 40 años es el infarto de miocardio, que es lo que ocurre en la mayoría de los casos. Menos frecuentes son otras enfermedades cardiovasculares, como miocardiopatías, valvulopatías, síndromes arritmogénicos y enfermedades de la aorta. En las personas de más de 40 años, prácticamente siempre se encuentra una enfermedad que justifica la muerte súbita, al contrario que en los deportistas de menor edad, en las que se da hasta un 30% de muertes súbitas inexplicadas, incluso tras realizar autopsia. En España, los deportes que más se relacionan con la muerte súbita son el fútbol y el ciclismo, siendo menos frecuentes el atletismo, el baloncesto y los deportes de raqueta.
Aunque la práctica habitual de ejercicio físico disminuye la probabilidad de sufrir un infarto y la mortalidad, sin embargo, mientras estamos realizando un esfuerzo se producen cambios en la sangre que favorecen la formación de coágulos, los cuales son los responsables de los infartos. Esto es más probable a medida que la edad del individuo es mayor, pues con los años van apareciendo lesiones ateroscleróticas en la pared de las arterias. Por otro lado, cuanto mayor es la edad del individuo, menor es la frecuencia cardiaca máxima y el consumo de oxígeno, lo que hace que se tenga menor capacidad de esfuerzo. Si intentamos realizar un ejercicio que supera nuestra capacidad, aumenta mucho la probabilidad de sufrir un infarto o una muerte súbita.
Son muchos los países que se han preocupado por buscar una forma de disminuir la incidencia de muerte súbita en el deportista. Es ampliamente aceptado que toda persona que va a realizar ejercicio físico debe someterse antes a una valoración médica, sobre todo si se tiene más de 40 años. Lo que no está tan claro es cuan profunda debe ser esa valoración. Mientras unos piensan que basta con la historia clínica y la exploración física, otros creen conveniente realizar pruebas complementarias a todos, fundamentalmente un electrocardiograma. Dado que las causas más frecuentes de muerte súbita pueden dar alteraciones en el electrocardiograma, es posible descubrir a aquellas personas de mayor riesgo y evitar que practiquen deporte intenso. En los individuos en los que queden dudas, es necesario realizar otro tipo de pruebas más específicas, como un ecocardiograma y una prueba de esfuerzo. A pesar de todo, se siguen produciendo casos de muerte súbita en deportistas que habían sido estudiados previamente, por lo que todavía es necesario profundizar aún más en la investigación para poder descubrir la forma de detectar precozmente a los que están en riesgo.
En conclusión, el deporte es beneficioso para la salud, pero practicado de forma moderada, pues realizar ejercicio físico supone un riesgo significativo de sufrir un infarto y morir, sobre todo en personas de más de 40 años, si el esfuerzo es intenso, desproporcionado para la capacidad física del individuo, no incluye calentamiento previo, ha progresado de intensidad muy rápidamente, no ha habido entrenamiento durante suficiente tiempo antes y no se ha pasado la correspondiente valoración médica
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